La vida no es una línea recta.

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Tiene sus altos y sus bajos. Como las olas del mar.
Hay etapas donde todo va bien, las cosas fluyen.
Ahí es fácil. Estamos contentos y tranquilos.
Diría que son momentos para agradecer, valorar y disfrutar.

Pero también hay rachas en las que se nos presentan retos (y digo retos, y no problemas, a propósito. Más abajo me explico).
Ahí, obviamente, nos podemos preocupar y ya no estamos tan contentos. Ni tranquilos.
Es parte de la vida humana.

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Aquí somos de la idea de procurar tomarnos las cosas como retos.
No como problemas que nos superan, sino como situaciones que son desagradables, sí, pero que nos plantean una dificultad.
¿Y eso qué conlleva?
Que una dificultad requiere de un esfuerzo por nuestra parte para superarla.

Quizá podemos empezar por pararnos a reflexionar y analizar.
A continuación, tomar decisiones.
Y por último hacer algo diferente a partir de este momento, para lograr salir adelante.

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Si al menos podemos aprovechar los «problemas» para sacar algún aprendizaje… probablemente nos sirva para nuestro camino de aquí en adelante. Y habremos crecido por el camino.

En resumen, la ACTITUD que tomemos nosotros, ante lo que nos pasa, es infinitamente más importante que lo que nos está ocurriendo en sí.

Eso siempre estará en nuestras manos, ser un hábil capitán de nuestro barco.

Ningún mar en calma hizo experto marinero.

– Dicho popular